El amor es un sentimiento universal, para nosotros los humanos es el motor que impulsa la vida misma, mueve el cosmos y es capaz de provocar los cambios más trascendentales y duraderos. Todos soñamos con un amor profundo, inquebrantable, que nos haga cambiar y ver la vida con nuevos ojos.
Cuando lo experimentamos somos capaces de manifestar comportamientos y actitudes que nos hacen mejores cada día, podemos ser más bondadosos, comprensivos, honestos y sinceros. Es este sentimiento tan hermoso el que nos hace entender el bien y practicarlo cada día para mejorar nuestra vida y la de otros.
Aunque este se manifiesta como algo natural en nosotros, no surge espontáneamente, lo hemos aprendido de nuestro primer contacto con el mundo, con el ser que nos ha albergado y entregado todo para vernos vivir: nuestra madre.
Es maravillosa la transformación que ocurre en una mujer una vez va a ser madre. Se trata de un cambio no solo físico, sino de una evolución íntima, emocional e incluso espiritual. Por supuesto, cada mujer vive esta etapa desde una percepción muy personal y diferente, en donde su cuerpo y mente se abren a la creación de un ser nuevo.
Un hogar llamado mamá
Cada madre deja una huella indeleble en su hijo, es la representación del amor más genuino y puro que brota de una fuente inagotable, que nos protege y nos hace sentir como personas importantes y valiosas.
Sin duda, el concebir genera en una madre muchos sentimientos, nuevos valores y prioridades que velan por la seguridad de su bebé. Surge ese fuerte instinto protector que coloca a su criatura en el centro de ese pequeño pero fundamental universo que es la relación con su hijo.
Es tan supremo el cambio que muchas mujeres aseguran que se enamoran de una forma distinta, sienten una nueva clase de amor más grande e inextinguible. Algo tan sublime que es difícil poner en palabras, solo una madre conoce el tamaño de su amor.
Las madres no son perfectas, son únicas
Las madres son humanos inigualables, buscan cuidar a toda costa de sus hijos, dedican su vida a la crianza y son capaces de cualquier sacrificio. Se convierten en el pilar de apoyo, en el oído siempre atento y en la mano que sostiene a cada paso del camino.
Sin importar los años que pasen, están dispuestas a socorrer ante algún problema, celebrar con nosotros los éxitos y darnos su hombro para descansar cuando más lo necesitamos. Son el escudo que nos protege, aún cuando estemos viejos.
Como seres humanos tienen sus fallas, pero nunca intentan perjudicar a sus hijos. Actúan creyendo hacer lo mejor, vernos más felices. Es una misión que se lleva en el corazón y cuando más maduramos más somos capaces de percibir los motivos detrás de cada uno de sus actos. Sus errores nos enseñan a superarnos y ser más bondadosos al comprender que ningún error viene de la maldad, sino del amor. Ellas son irremplazables, las mejores amigas, siempre a nuestro lado.
Disfrutemos y valoremos su compañía todo el tiempo que la vida nos lo permita, sintamos la calidez de sus palabras y caricias. Hoy es el día para expresarle nuestro amor.
¿Compartes los mismos sentimientos por tu mamá?